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viernes, 28 de junio de 2013
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martes, 18 de junio de 2013
Mi Odiada Amante
Ayer fue un aniversario mas de nuestro adiós
Ayer fue un aniversario mas de nuestro adiós… y sin importar los millones de segundos pasados desde entonces, no he terminado por acostumbrarme a tu ausencia. Aun me sorprendo sonriendo con tu recuerdo, sea a propósito que lo traigo a mi mente o provocado por alguna señal que dispara tu nombre en mi cabeza de forma inmediata. A veces es una estrella en el firmamento mientras estoy al volante y volteo mi vista hacia la inmensidad del techo estelar, solo para encontrarme con una de esas noches de pocas luces siderales y muchos anhelos; otras, es una imagen en el ciberespacio, tierna y bella; o bien una muñequita refugiada en una caja de música, que giró por unos instantes solo para mi, al compás de una melodía mientras curioseaba en una tienda, un fin de semana cualquiera. Disfruto enorme esos momentos barnizados de nostalgia, en los que tu voz llega a acariciar de nuevo mi oído y me platica como se mueven en otoño las hojas secas a la orilla del río o como estaba tu cielo esa mañana que pensándome, despertaste en tu cama. Si, ha pasado otro año mas, otro cumpleaños sin felicitación; uno, dos, tres mensajes mas al vacío, 100 soldados blancos mas en mi cabeza y una espera que amenaza extenderse cada vez mas y mas. El otro día te sentí detrás de
Me he acostumbrado a tus partidas casi tanto como a tus regresos
…Me he acostumbrado a tus partidas casi tanto como a tus regresos…que es nada, y mucho menos me hago a la idea de tus ausencias. A veces te despides diciendo que será la última vez que lo hagas y es tan sentida tu despedida que ¡La creo! y así de sincero es el adiós a besos y anticipada nostalgia que te expreso. Mas el verte aparecer de nuevo es ¡Tan maravilloso!, que de un golpe se borra el tiempo que semi-muerto añoro tu presencia y preparas sin saberlo tu regreso. Las mariposas vuelven, el cosquilleo ataca y la alegría inunda cada centímetro de nuestros cuerpos, y por el tiempo que haya de durar esa vez, dejamos que la magia del amor nos funda en un abrazo íntimo y miles de besos…
Usted dice que el espacio se mide en deseos de verme.
Usted dice que el espacio se mide en deseos de verme y no encuentro la fórmula algebraica para refutarla, aunque en el fondo, sepa que miente; así como usted no podrá desmentirme cuando afirmo que de silencio y distancia se alimentan las ganas o se mueren de hambre. A las suyas las veo muy bien alimentadas desde aquí. Acá entre nos, para mí la distancia es solo pretexto para acariciarla con los dedos de la imaginación, así como el silencio es solo su excusa para negar que encabezo su lista de venenos por probar. No mentiré en algo, usted tiene los silencios más hermosos del mundo, de esos que se antojan para robárselos por las buenas o por las malas. Aunque evite sus ojos de luna, nada impide el viaje del rayo sensual de su mirada en una fotografía o por debajo de mis párpados cuando pensarla no quiero, ni debo. Y ahora que lo pienso, ¿por qué le estoy hablando de usted?, ¡ah sí!, usted lo sabe y lo sabe quien esto escribe, yo puedo hablarle de usted en cualquier momento, incluso cuando mi lengua esté de irrespetuosa ahí donde brotan sus piernas y rompo de una sola vez, todos sus silencios y despistes. Ahora que salen al tema sus piernas de estambre, sépalo, que como yo, nadie le haría nudos gordianos alrededor de una cintura a esos cordones de audífonos de bolsillo que la cargan a todos lados. Si las matemáticas no se me dan, la mercadotecnia menos
jueves, 6 de junio de 2013
Corazones Rotos
Cansada de llorar se había quedado dormida, con su pecho buscando consuelo contra la almohada y su brazo estirado intentando calentar al fantasma en el lado vacío de la cama. En el décimo ladrido del teléfono estaba alerta y tan inquieta como si estuvieran aporreando la puerta de entrada, en la pantalla electrónica identificó el número de teléfono y sintió una navaja apuntando a su vientre.
—Bueno, dijo su voz contraída.
sábado, 11 de mayo de 2013
La oscuridad y el laberinto
No tuvimos que decirnos mucho, el destino ya nos había escrito antes de sucedernos. Andábamos perdidos y con una extraña ansia de encontrarnos. La hoja huérfana no cuestiona al viento quién es, ni le importa a dónde la lleva, solo se deja arrastrar por él hasta elevarse y perderse en la mirada de lo que deja atrás. Nada le inquieta saberse frágil, entre sus brazos se sabe ave protegida. Tampoco piensa en la inevitable caída, ni en romperse en mil pedazos. En la intuición de su vientre basa la confianza de dejarse llevar por el impulso de volar girando de arriba a abajo en la impetuosidad de su abrazo, a veces caliente, a veces fresco, hasta aterrizar suavemente o estrellarse en algún lado al finalizar el idilio con el viento; quizá con raspones, pero sin una rasgadura de arrepentimiento.
—Me dijo —Qué haríamos, usted en pedazos y yo sin corazón.
Al escucharla, algo se me removió por dentro, sentí una gran piedra que se desprendía en lo alto de mi muralla y se despeñaba en cámara lenta hacia abajo, yo tenía los ojos a prueba de tentaciones, pero la vi con los ojos del alma y caí junto con aquel enorme pedazo de roca. Supe que ella era esa oscuridad en la que podíamos perdernos juntos. Ella era la tentación que estaba esperando el laberinto de mi mente para dejarla entrar sin el trámite del tropiezo.
Oscuridad y laberinto, reunidos por un dios aburrido de la misma historia de Amor, disfrazado de destino, empeñado en tirar los dados cargados de desarmados y desalmadas, sin números rotos ni sueños descosidos.
La oscuridad no puede perderse en el laberinto, lo intuye, lo inunda, le da sentido. La oscuridad se regocija de expandirse libremente por sus pasillos, de apropiarse de las paredes del laberinto y colgarles los cuadros de sus héroes, de pintar las frases de sus autores preferidos, de hallar sus libros favoritos en cualquier rincón y recostarse sobre el piso a disfrutar de leer sobre el pecho cómplice de su nuevo amante, lleno de caminos y ninguna salida sencilla, todas aquellas historias que le llenaron la cabeza de fantasías, de deseos secretos por un hombre, mitad demonio, mitad ángel, envolvente como el pecado y natural como el amor que ahora les brota entre la estocada de una mirada compartida y la carcajada de una broma que solo a ellos envuelve.
El laberinto no puede resistirse a la oscuridad, le ha puesto su nombre a todos sus precipicios y decide lanzarse a sus brazos de dama nocturna. Las grandes pasiones buscan laberintos de ojos bonitos, porque saben que hay amores que arden mejor en la oscuridad. La oscuridad y el laberinto se vuelven una sola pasión. Se reconocen en cada beso. Ella se estremece en su vientre al sentirlo cerca. Él se humedece los dedos para escribir sobre ella, y ella para leerlo, hace lo mismo en lo íntimo de su abrigo. Para el laberinto los ojos de ella fueron todos esos libros en que deambulaba imaginando historias con él de protagonista. La adopta como el sol a la luna que acepta calentar su piel en la distancia. A veces, se desean tanto que esa distancia se vuelve un camino en llamas. No existe laberinto sin oscuridad y la oscuridad solo adquiere sentido cuando puede perderse en lo insondable de alguien más.
Empezamos a recordarnos en las páginas del destino en cada frase pronunciada. Me aclaró que alguien le había robado el corazón equivocado, se había llevado su inocencia envuelta en lágrimas de sangre y había confundido la música que llevaba por dentro con sus latidos. El cobarde había huido creyendo que cargaba con su bomba incansable y en su prisa por alejarse había dejado inalteradas para mi suerte, las dos cosas que más me atraían de ella, su mente de Erato y aquella manera de latir sin corazón.
—El único corazón que puede robarme, es el que tengo entre las piernas —me dijo ella. —ese es el bueno y me late mucho por usted.
Yo no necesitaba más peligros, que la caída de sus ojos, de su ropa y de su boca para saberme tentado. Le propuse escondernos detrás de las letras, en el fondo de las canciones y en los finales de todas las historias de amores errabundos. Inventarnos un mundo nuevo donde podamos borrarnos cada noche y escribirnos al amanecer. Coincidiendo para desnudarnos, poco a poco, despacito, yo escribiendo y ella leyendo. Ella necesitaba un miedo como yo, que le estremeciera el vientre, lo pedía a gritos en la mirada, en las manos y hasta con sus silencios. Necesitaba mis manos para que la escribieran y también para desnudarla no sólo del cuerpo, sino de las partes de su alma que desconocía. Necesitaba mis ojos para que la supieran y mi corazón como guía para encontrar el suyo, perdido en su propia oscuridad de amar.
jueves, 9 de mayo de 2013
El Amor lo puede todo
miércoles, 8 de mayo de 2013
Promiscuo
martes, 7 de mayo de 2013
Espero curarme de ti!
Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.
Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: “que calor hace”, “dame agua”, “¿sabes manejar?”, “se te hizo de noche”…Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho “ya es tarde”, y tú sabías que decía “te quiero”.)
Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que tú quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.
Jaime Sabines
(1950-1991)